miércoles, 2 de enero de 2013

FLORES CON POESIA XXXII.- A mi perro


 

 
Hoy las flores han sido sustituidas por mis perros, unos vivos y otros que pasaron ya a mejor vida.


Nuestro poeta nace en Melilla en mil novecientos treinta y uno.  Es uno de los autores liricos de la época de los ismos, y desde muy joven comenzó con la poesía. Tanto es así que en mil novecientos cuarenta y ocho recibió un premio poético. Fundador y director de varias revistas poéticas fue galardonado con el premio Adonais en 1966 y con el premio Nacional de literatura en 1977. Antes había recibido el Fray Junípero Serra y el 2º premio del concurso Verbo.

 

 

 

 
Miguel Fernández, es un poeta de modernista, quizás neobarroco, con una poesía hermética y culturalista, pero con el sabor mediterráneo y la luz de la tierra en la que nació y murió.
Su obra, llena de premios como hemos visto, destaca por la cantidad de títulos liricos, entre los que destacan: Vigilia, Eros y Anteros, Sagrada Materia, Esta canción de lo inasible, Juicio final, Entretierras, Soneto secretísimo y Bóveda, etc.
Miguel Fernández murió en 1993.

 

 

 
Os dejo una poesía de este autor dedicada a su perro. En ella veo reflejada el sentimiento de compañarerismo y entendimiento entre ambos.




 
Hoy como veis las flores tienen ojos y pelo. Compañeros infatigables que te acompañan a lo largo de la vida, dando mucho y pidiendo muy poco. ¿Tendriamos que aprender de ellos? Seguro que si.
 
A MI PERRO
 
 
Dos veces corres el camino
por acabar un poco antes.
Detrás tuya va la fiesta
del sol subiéndose a los árboles.
 
Me miras un poco triste
como diciendo que no te hable.
Tus ojos son dos pozos densos
con que acribillas el paisaje.
 
Estamos frente a frente; escucho
las piedras al derrumbarse.
Contigo a solas por la tierra
silbo el amor, ladras al aire.
 
Ahora pregunto y no comprendes
las palabras de mi lenguaje,
pero callo y tu mansedumbre
de lejos viene a acariciarme.
 
En este ámbito, el silencio
quiebra su reino de cristales.
(Y el perro en sombra me sostiene
lo que ya no entiende nadie)
 
 
 
Palabra al eco de su oído
para pedirme que le mande.
Rueda feliz a mi derecha
cuando voy solo bajo el aire.
 
 
El perro guarda nuestra hora
para que no la quite nadie.
Abrir el alma para el sueño,
vela la llama donde arde.
 
El perro está mirando el mundo
Bajo su sombre inevitable.
Y cuando todos ya se han ido
de lejos viene a que le hable.
 
 
 

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