lunes, 8 de abril de 2013

BAJANDO POR LA CALLE HUERTAS DE MADRID.-

 
Ayer por la mañana, amaneció Madrid con un sol radiante y justo cuando mis maquinas y yo salíamos por el portal de casa el cielo presentaba un tono gris monótono, uniforme, sin resaltos, como si una asfaltadora hubiese trazado una gigantesca autopista en el cielo.
Tenía que subir a la Plaza de Santa Ana a recoger unas entradas para la función de la tarde en el Teatro Español y decidí que si bien el día no estaba para muchas alegrías por los menos habría que hacer que los obturadores se desperezasen un poco de la Semana Santa pasada por agua que hemos tenido.
Antes de cruzar de acera en la Carrera de San Jerónimo fotografié la casa de las Conchas,
 
 
 
 
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pues el cielo gris daba la oportunidad de no resaltar nada, de no sombrear nada, era el momento perfecto para ir a una iglesia románica a hacer fotografías.
Una vez cogidas las entradas decidí bajar por la calle Huertas hasta el Real Jardín Botánico de Madrid y de paso fotografiar un montón de portadas y cierres de bares y restaurantes que en el lugar existen.
Pinturas que cubren los cierres como si una parte más del espectáculo se tratase.
 
 
 
 
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Pintadas realizadas por el propietario o por un transeúnte que al pasar decidió dejar un recuerdo de lo visto o de lo imaginado.
 
 
 
 
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Y es curioso, porque un poco más abajo, y en la misma acera que las dos fotos anteriores, unas ventanas de un convento de clausura comparten calle.
 
 
 
 
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Abajo la algarabía de las noches de juerga de la juventud con sus botellones y sus músicas y arriba, tras los muros de ladrillo con aparejos realizados hace ya muchísimos años, las oraciones de unas monjas Trinitarias, de clausura, que se esconden de la perdición del adoquinado tras esas celosías y rejas de sus ventanas.
 
 
 
 
 
 
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Y un poco más adelante La Lupe, con su puerta oscura bajo un letrero que dice que es de allí, de la calle Huertas,
 
 
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tiene el pestillo por fuera como si el espectáculo estuviese en la calle. Bueno a lo mejor está en la calle.
Otros, que creen saber lo que quieren y lo que tienen, pintan sobre la pared con mas historia de la calle, aquella frase ingeniosa que les apetece.
 
 
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Lo que sí es seguro es que mucha gente a ciertas horas debe ir bastante mal para que en una reja tengan que indicar que no se entra por ella, sino por el portal.
 
 
 
 
 
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Es un hecho que ocurre y así lo refleja el cartel del siguiente bar.
 
 
 
 
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Y de repente, como si los fantasmas me persiguiesen por castillos y calles en un bar que se llama La Fidula me sorprende la imagen que refleja un peatón que hablando por su móvil, como no, interpreta una música de trompeta.
 
 
 
 
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No sé qué pasa en la calle Huertas que todo el mundo tiene que decir que es de allí. Bueno casi todos. Y por si alguno no se entera, banderas rusticas aparecen en las vidrieras de algunas puertas y escaparates para indicar que allí se habla ingles o alemán; a ciertas horas es bien cierto que no hace falta los idiomas y que allí se comprenden todos.
 
 
 
 
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Y el final del recorrido, como no, en el Real Jardín Botánico de Madrid. Pero ese es otro paseo. De él, os dejo una pequeña muestra: la sencilla flor de un guisante.
 
 
 
 
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¿Verdad que no está mal? Espero no haberos aburrido mucho con mi paseo.
Nada más por hoy. Solo desearos que seáis felices.
Antonio

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