jueves, 5 de diciembre de 2013

Los gorriones que alimentaba el hombre de la plaza de España.-

El otro día, llegue a la plaza de España cuando ya el sol se colaba por el horizonte.
 
 
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Había allí, en un rincón de la plaza, apoyado en un banco, un hombre de edad madura, pero no viejo,  con una bolsa de pan en su mano izquierda y a su alrededor pululaban enorme cantidad de palomas y multitud ingente de gorriones.
 
 
 
 
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Las primeras, formando una alfombra en constante movimiento, corrían detrás de los trozos de pan cada vez que el hombre aquel lanzaba sobre ellas el alimento desmenuzado.
 
 
 
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Los gorriones, colocados sobre un pequeño zócalo metálico esperaban ansiosos que les tocase su turno. Para ellos el hombre lanzaba pan desmigado lejos de las palomas y antes de que estas pudieran llegar una nube de gorriones hambrientos había dado buena cuenta de aquel.
 
 
 
 
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Inquietos, siempre en constante movimiento y alerta, con la luz del momento eran difíciles de fotografiar. Cuando no era un movimiento rotatorio de la cabeza era un esponjamiento súbito de todo su cuerpo. Atentos a cualquier movimiento extraño, inquietos, hasta el ruido del espejo de la máquina los asustaba, no parando de moverse ni un instante.
 
 
 
 
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Sus caras avispadas de pequeños pedigüeños, miran con avidez el deambular de las palomas, esperando su turno.
 
 
 
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Y el hombre, mientras tanto, sigue esparciendo pan, ora a las palomas, ora a los gorriones mientras me va contando una historia de su vida que no hay por donde agarrarla…
 
 
 
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Mientras vosotros habeis mirado a los gorriones, yo he seguido escuchando las historias del hombre de edad madura pero no viejo.
 
 
 
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Sed felices.
Antonio

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