sábado, 8 de febrero de 2014

PENSAMIENTOS DE UN FILOSOFO DEL LADRILLO VII.-

UN PASEO EN DICIEMBRE NO RECUERDO EL AÑO.-
 
 
Hacia fresco, no frio. Se podía pasear bien. Poca gente, la justa para andar tranquilamente, sin agobios.
 
 
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La luz del sol cada vez esta más baja, quiere dejarnos el astro, pero sus últimos rayos se afanan en agarrarse a la parte alta de los árboles y en las hojas; en las hojas que aún quedan en los castaños de indias.
Un banco vacio donde las hojas han ido a refugiarse pues allí no se sienta nadie. Soledad. La luz se retira poco a poco.
 
 
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Son dos mundos distintos en pelea desigual e inexorable. El reino de la noche va conquistando poco a poco cada reducto que el rayo de sol es incapaz de conservar y un extraño frio va invadiendo la tierra (el alma).
 
 
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En silencio, recogido en mis pensamientos sigo caminando; quiero encontrar algo, algo que me llama, una luz que ilumine la noche fría que se avecina, pero no hay forma. No, recapacito, lo que busco esta dentro de mí y a la vez muy lejos: son los sentimientos que día a día hemos ido dejando aparcados en la cuneta del camino, en la cuneta de un corazón que poco a poco va convirtiéndose en hielo porque le falta el calor del rayo de sol, el cual se escapo dando paso a la penumbra y al silencio.
 
 
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Una hoja brillante lucha afanosa por darle al árbol toda su energía antes de caer al suelo; filtra la luz a su través en infinidad de tonos que cubren un arco iris de cálidos marrones y verdes que van perdiendo el vigor de los días pasados.
Esto me recuerda el transcurrir de mi vida.
 
 
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La niñez esplendorosa, casi suicida, de risas y juegos que rozaban muchas veces el máximo riesgo, amparadas siempre en el regazo de una madre solicita.
La juventud en su lucha desesperada entre dejar la niñez y alcanzar la madurez, verde lozana, con una fuerza irresistible de conquistador que anhelaba el regazo joven de un pecho desconocido.
Luego poco a poco, una madurez que va penetrando en tu ser confiriéndote tonos más morenos, arrogantes hasta cierto punto, que te obligan en más de una ocasión a dejar los sentimientos a un lado, quizás demasiadas veces, para cumplir con una obligación que no sabemos cómo se ha ido imponiendo poco a poco. Un pecho calido y conocido da cobijo cada noche en un arrullo de animos y deseos muchas veces no cumplidos.
 
 
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Y ahora, al contemplar la luz cálida del último rayo de sol, me doy cuenta que mi piel es como esa hoja que es marrón  y que está llegando a su final. Y los sentimientos que estaban aparcados allí en la cuneta surgen de repente doloridos por el abandono de tanto tiempo, heridos en su amor propio y destrozados, enlazados entre sí como si de un gigante rompecabezas de pensamientos se tratase.
Sigo caminando, me fotografío en cada hoja, en cada rayo de sol y no quiero que llegue la noche que poco a poco va llenando la vida de frio.
 
 
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Era una tarde hermosa, demasiado hermosa para el mes de diciembre…y como siempre me faltabas tu y tu regazo.
--o0o--
 
Nada más por hoy. No dejéis que el frío os alcance; buscad el regazo.  Sed felices.
Antonio

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