miércoles, 17 de septiembre de 2014

La Segunda Piel.- Un paseo distinto...

Me imagino que todos los que de alguna manera nos dedicamos a la fotografía en plan amateur, estamos predispuestos a fotografiar una serie de temas a los que somos aficionados, ya sean paisajes, flores, animales de cualquier tipo, personas…
¿Pero qué pasa cuando en una salida no se encuentra nada de lo que se va buscando?
Es entonces el momento oportuno para conectarse con el entorno, descubrir los pequeños detalles, y los grandes, que pululan a nuestro alrededor y a los que la mayoría de las veces no les damos la importancia que tienen.
El espíritu tiene que estar siempre abierto al mundo que nos envuelve, a nuestro compañero de fatigas mientras nuestros sentidos, y en especial nuestros ojos, sean capaces de captar, disfrutar e incluso llorar. Nuestra Segunda Piel es todo.
El sábado pasado, (esto es una de las cosas buenas de escribir: la inexistencia de fechas; siempre puede haber un sábado pasado), salí con la idea de ir a cazar fotográficamente insectos y para ello prepare mis maquinas. A una le puse un macro y a la otra un 300 mm, también con macro.
Y la idea resulto nefasta. No había prácticamente insectos pero… ¡estaba la Segunda Piel! diciéndome: ¨ ¡fotografíame a mí, que estoy aquí y no me ves!”. Y alce los ojos al cielo, a la montaña, al bosque, al agua y al insecto y apagué mi decepción de pequeños encuentros maravillosos que llenaron mi mañana. La Segunda Piel me sonreía en todo su esplendor.
He querido mostraros algunos de los espacios, cosas y animales donde fueron mis ojos a disfrutar y por lo tanto mis cámaras. ¿Queréis ver las fotos de un paseo decepcionante? Venir conmigo.
Agua, tierra, árboles, bosques y montañas se juntan en una maravillosa perspectiva.

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Situaros; estoy en la presa de La Jarosa, en su ribera de mediodía. El agua a mis pies, al fondo los árboles de ribera y los inmensos pinares que cubren las estribaciones del collado de La Cierva. Y al fondo, majestuosa, con sus tres picos y casi sus 2000 metros de altura, que no alcanza por muy poco, la Peñota.
Dejo que mi vista llene el alma de sentimientos y de sensaciones para este instante (quizás para siempre, quien sabe) Y gozo; respiro hondo y prosigo mi marcha.
La naturaleza es tremenda, un ejemplo de constancia y de lucha sin cuartel. Voluntad férrea de nacer donde se está, existan las dificultades que existan. Me sonrojo; ¿cuántas veces he sucumbido ante pequeños obstáculos?

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La pequeña hierba nacida entre las rocas, luchando donde otras raíces más potentes de álamos y árboles de ribera ni siquiera lo intentan, me está enseñando a mí, necio humano engreído, fortaleza, tesón y sacrificio, hundiendo sus raíces en una roca dura, fuerte.

 
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En todo paseo siempre hay algún momento para la sonrisa. Me pregunto cómo es posible que alguien pierda su sandalia y siga andando entre tanta piedra. En estas aguas no hay tremendas olas que puedan trasladar la sandalia de un lugar a otro. ¿Una salida corriendo? ¿De qué o de quien? Me imagino las explicaciones en casa por haberla perdido…

 
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La mosca me llamo la atención y me enseño el camino. ¿Os habéis preguntado alguna vez que hace un insecto sobre una roca en un medio día de nubes y sol entremezclado? Yo sí. Me lo pregunto cada vez que los veo y los fotografío. Unas veces esperar, otras aparearse, otras comer. Pero en el mundo tan corto de las moscas, (muy parecido al nuestro, si comparamos nuestra edad a la de la Segunda Piel), no hay tiempo para muchos ratos de ocio. 
La mosca estaba lamiendo los restos de un alga filamentosa enganchada a la roca cuando el agua de la presa estaba alta. Fijaros, espero que el blog permita verlo, en la multitud de líneas y rayas que hay sobre el granito.

Cuando paseáis por los alrededores de una presa, un lago o junto a la orilla del mar, encontraís multitud de restos que el tiempo ha ido dejando por las riberas.
Los árboles son increíbles alfareros que dan forma a fantásticas figuras y que se dejan esculpir por las aguas y las piedras. Adquieren formas de lo más extrañas e incluso a veces tan perfectas que engañan a la realidad.
 
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Esta foto, si se mira sin mas es un palo largo, pero si se pone un poco de imaginación, podría ser el arado del que pudiera tirar un animal poderoso. Quizás la reja, este hundida en la arena de la playa. Quién sabe.

 
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Y la segunda. Cuando vi esta forma lo primero que pensé fue en una bella mujer. Piernas de maniquí, posición típica de los escaparates, pero invertida. Incluso parece que insinúa sus caderas. El resto del cuerpo la naturaleza aun no lo ha tallado, pero quién sabe si con el tiempo lo hará.
 
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Una pareja de insectos, también de la Segunda Piel, copulan a escasos centímetros del agua. Es la ley y no seguirla es morir. Cuando veo a unos insectos como estos o a otros cualquiera, me pregunto si saben que sus genes serán parte de sus descendientes, que se prolongaran en ellos por los siglos de los siglos.
¿Habéis meditado alguna vez sobre ello?
Para nosotros, nuestros hijos, son la continuidad, parte de ellos somos nosotros mismos. La necesidad vital de procrear entre los animales, ¿les proporcionara alguna satisfacción de futuro?
Las algas del pantano parecen una Medusa que quiere engullirlas para que no terminen su tarea.

 
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Un poco más adelante, entre arenas y rocas, encuentro a uno de los pocos insectos que he visto hoy. Un chinche que da vida el solo a un conjunto de bastones secos de matas de ribera a las que se les ha terminado la vida.
Esos tallos que parecen patas de un grupo de aves, con sus articulaciones y sus espolones, me obligan a imaginar que en cualquier momento aparecerá el pico y desaparecerá el osado chinche. ¿Quién decía que era un día desilusionante? ¿Era yo?

Una mosca, otra, posada sobre una flor que vulgarmente llamamos margarita de campo, esta preparándose a chupar todo el néctar que puedan darle ella y su bella vecina.

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Diminuta mosca, de una extensa familia, preciosa que para permanecer en la Segunda Piel ha tenido que camuflarse como, sus enemigos, las avispas. Que lista es mama naturaleza. Es capaz de diseñar un recubrimiento para engañar al depredador. ¿Cómo han conseguido estas moscas cambiar su piel original por esta otra? Si ya se lo de Darwin, pero me asombra tanto este pequeño mundo…

Junto a las orillas de los pantanos, creo que no se salva ni uno, los árboles de ribera luchan por conseguir agua que a veces se aleja de su lado y por otra de mantener el terreno que les rodea. Unas veces lo consiguen, otras no.

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Está claro que en el caso de este árbol el agua en su máxima altura lame sus raíces y llega a la base del tronco. Las pequeñas olas aportan arenas y las retiran de nuevo socavando el terreno. El árbol luchara por mantenerse y tejera una enorme red de increíbles brazos para sujetarse y para sujetar la tierra.

 
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Y como los tentáculos de un gran calamar sus raíces van clavándose en el suelo con unas ventosas extrañas y filamentosas que lo único que hacen es absorber y luchar por su continuidad.

Y termina mi paseo. Estoy satisfecho. He meditado y he gozado de la Segunda Piel.
Miro por última vez hoy hacia atrás y veo las aguas, la roca y el cielo.
La primera rizada por un suave viento que parece que trae algo de lluvia. Las rocas fuertes marcando a las aguas, como un hito, hasta donde llegan sus dominios y retándola a intentar sobrepasarse. Me da la sensación que estoy viendo el escollo de cualquier costa, incluso me parece oír el rumos del mar golpeándolo… No, es el viento que se cuela por el pinar.

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La Segunda Piel me ha mostrado algunos de sus secretos hoy y me ha hecho disfrutar con ella ¿Se puede pedir más? Solo el canto de algún pájaro o el ulular del viento han roto mi silencio y mi meditación. ¿Segunda Piel? Si Segunda Piel, tan importante o más que la mía y bella en cualquiera de sus rincones y sus circunstancias…
Hasta el próximo paseo Segunda Piel. Que los soles y las estrellas te sean propicios para que pueda seguir viéndote cundo los individuos de mi descendencia, dentro de unas cuantas generaciones, sigan abriendo los ojos a ti.

Espero no haberos cansado mucho con mis disertaciones.
También es cierto que no es obligatorio leerlas.
Sed felices.
Antonio

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