domingo, 2 de noviembre de 2014

El paseo de hoy en La Jarosa, Guadarrama.-

El paseo de hoy ha sido curioso. Primero bordeando la presa de La Jarosa por su orilla norte hasta su final, para luego tomar el arroyo de los Álamos desde su desembocadura hasta bien arriba. Ambos tramos preciosos y totalmente diferentes; del primero hablaremos hoy, del segundo otro día, que en las tardes largas que se avecinan hasta el mes de marzo habrá tiempo para todo.

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Esta preciosa la presa como ya pudisteis ver en otra entrada parecida a esta. Los contrastes y reflejos en el agua, los rincones formados por robles y fresnos y los altos olmos y chopos de lugares semi sombríos alegran la visa.
Sensaciones maravillosas para un paseo en solitario, fácil, donde la contemplación de la naturaleza te relaja, te ayuda y te anima a seguir andando buscando el siguiente rincón, el siguiente detalle.
Hoy no quiero escribir mucho mas, solo algún apunte debajo de las fotos y lo más breve posible.


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Un fresno ya sin hojas y un pino, verde en su máximo esplendor, cobijan a unos peñascos de granito. Imagen típica de esta sierra. Grandes masas graníticas que surgen de improviso de suelos tapizados de las agujas de los pinos.


 
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Rincón donde fresnos y robles comparten un mismo espacio.


 
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La ensenada del arroyo de la Jarosa con su playa y los árboles de ribera.
Cuando miro y admiro estos paisajes de pinares recuerdo aquellos versos del poeta:

Por aquí el campo sería
sostén de mi luz primera.
Quizá el pinar fue frontera
entre el corazón y el día.
De niño te miraría
como ya no podré verte;
tierra que la luz convierte,
por la mirada, en latido,
dime: lo que en ti ha nacido,
¿tendrá tu peso en la muerte?


 
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Otro descomunal fresno pasado el segundo arroyo, el arroyo Picazuelo, da sombra a una caseta de conservación de la presa.


 
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Casi al final del recorrido, en un rincón soleado y protegida del aire por las montañas de zarzas que están a su alrededor, esta preciosa madreselva nos regala la vista con sus flores.


 
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Las zonas suaves de la presa, con los prados donde te acompaña el olor de la manzanilla cuando pisas sus plantas que lo invaden todo.


 
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Otra ensenada tranquila: la entrada del arroyo de Los Álamos que refleja el cielo y los pinares que la bordean.
Estos álamos marcan el comienzo del arroyo que lleva su nombre y el final de la presa. A partir de este momento el pinar, húmedo primero y seco después, se adueña del monte hasta prácticamente lo alto de las montañas.


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A partir de aquí seguiremos otro día el otoño del arroyo
Sed felices.
Antonio

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