miércoles, 21 de enero de 2015

Mirando las copas de los árboles, me gustaría ser poeta.-

 



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La experiencia de pasear por el Real Jardín Botánico de Madrid es siempre fantástica y más en la maravillosa tarde con la que nos resarció Madrid de las nieves del día anterior; a siete grados de temperatura al sol y con una maravillosa luz con que la tarde, ya cansada, quiere hacerse noche.

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Me gustaría ser poeta y poder describir en unos versos las sensaciones que causan en mi estos maravillosos árboles desnudos, que elevan sus copas al cielo intentando alcanzar las nubes.

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Cae el sol; él, da esa luz maravillosa de los atardeceres de Madrid cuando el cielo está limpio y hay alguna pequeña nube en el firmamento.
La temperatura bajaba con cada instantánea pero la ilusión y el goce de la visión que a mí alrededor se mostraba, valía de estufa con la que calentar el cuerpo y el alma.



Me gustaría ser poeta, saber describir los contrastes de luz y sombra en tres versos endecasílabos rimados en consonante, pero mi capacidad poética no es lo suficientemente buena como para intentarlo.



Chopos, olmos, plátanos, manzanos, palmeras, pinos, árboles exóticos y arboles del amor se convierten en esqueletos vivientes, bellos y trasparentes, que enseñan sus brazos desnudos, que enlazan unos contra otros, como si en un abrazo eterno quisieran fundirse.


La luz, esa luz me gusta, lo inunda todo. Las sombras de los gigantes se proyectan en los paseos y en los parterres ahora vacíos de flores y plantas. Las sombras, dibujan en el suelo copias sublimes de lo que vemos alzarse en el aire.






El paseo, contemplativo, te ayuda aserenar el espíritu inquieto. La grandeza de los arboles a tu alrededor te enseña la pequeñez de nuestro transito a su lado. 






Dentro de dos días, a finales de febrero o principios de marzo, comenzaran a espesar sus transparencias y día a día iremos perdiendo la visión de las copas. Unas por las propias hojas, otras por las hojas de los otros árboles.



El paisaje del Real Jardín Botánico se convierte en un escenario donde los telones son transparentes,pero a la vez están llenos de significados que los árboles han ido acumulando a lo largo de sus casi trescientos años de existencia.





Me gustaría trasmitir sensaciones de calor en un desnudo mundo helado que quiere despertar al primer rayo de sol tibio. Un mundo que muchos piensan que esta muerto y realmente sigue latiendo aprovechando las reservas que ha acumulado durante el verano. 






Me gustaría ser poeta, pero solo soy observador…

Sed felices
Antonio

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