miércoles, 29 de junio de 2016

Cuarenta y cinco minutos disfrutando con el sol y con el aire

Un amago de tormenta ha pasado esta tarde por encima de nuestras cabezas. Después del aire fresco que la acompañaba y de un cierto olor a tierra mojada, señal de que ha llovido cerca, un terrible bochorno se ha apoderado del ambiente.
Un cielo extraño, que permitía ver de vez en cuando al sol detrás de las nubes, grisáceo, cubría por completo el horizonte. A las nueve de la noche, lo de noche en este tiempo y a esa hora es un eufemismo, un cielo dorado que he visto desde mi ventana me ha llamado la atención. He tomado la máquina de fotos y me he ido al prado que está cerca de casa.


Ha valido la pena. Han sido cuarenta minutos de contemplación y de disfrute, una representación teatral maravillosa entre dos actores: el sol y la atmósfera.


El sol se esta acostando. He tenido que esperarme un rato porque alto aun era demasiado potente y oscurecía en demasía al cielo y la tierra. Realmente la tierra en este caso me importaba poco, no era un actor necesario y se estaba preparando para albergar las sombras de la noche.


El monte Abantos, allí a lo lejos es hoy la cuna por donde se acuesta el sol. Lentamente el astro rey desciende por detrás de él y va acurrucándose en la cama bajo el horizonte. En retirada magnifica, va dejando tras de sí en el cielo una enorme cantidad de tonos que van desde el oro al rojo fucsia, que es casi imposible fotografiar, en una lección magistral de pintura. ¡Cuántos artistas quisieran saber expresar así!




Estoy completamente solo en medio de la pradera. Estoy disfrutando con los instantes que la Naturaleza me está regalando. Dos actores y un solo espectador aplaudiendo cada cambio de luz, de interpretación. ¡Qué maravilla! El cielo, allí tras Abantos, está cada vez más oscuro. El astro rey se ha dormido, pero aun mantiene algún ojo despierto para dejar su sello en un cielo que ahora comienza a iluminarse de tonalidades maravillosa.


Hemos pasado del dorado de hace unos minutos a unos blancos fantásticos acompañados de dorados, azules, grises… Da la sensación que el sol va a salir de nuevo por el horizonte, cada vez más oscuro, como si hubiese olvidado algún trazo que realizar en el cielo.


Sigo absorto en la contemplación. Tengo que forzarme a hacer fotos, pues a cada instante el cielo va cambiando de manera espectacular. Sigo solo en mitad del campo. Nada, absolutamente nada, interrumpe el gozo y el disfrute que ahora mismo me invade. 




Por unos minutos he abandonado las angustias de esta vida moderna que nos hemos inventado olvidándonos de la contemplación de la Naturaleza que nos ha creado y nos ha dado su espacio. Nada entorpece mi mirada, nada es un instrumento de distracción. Estoy en plena comunión con el cielo y con la luz del sol. Esa luz que sigue emanando desde mucho más lejos de donde yo me encuentro.




Es una sinfonía de colores lo que estoy viendo, disfrutando y gozando. Cada instante es una nueva nota de color y de luz dirigida por un magnifico director de orquesta. Las claves de dorados y grises, alternan con la de rojos y azules. ¿Se puede pedir más? En un lento adagio de melodiosa música la noche comienza a ganarle terreno al cielo.


Los colores cada vez menos brillantes comienzan a experimentar esa tendencia al rojo que indica que la luz le llega desde muy lejos, agotándose después de tantas horas de recorrido por el espacio.


Los tonos se están haciendo cada vez mas forzados. A ras de suelo cada vez se ve menos, aunque aun es de día. El cielo toma unos tonos amarillos que parecen forzados, como resistiéndose a ser desplazados. Pero como con nosotros, el tiempo es implacable incluso con el cielo y le obliga a irse retirando poco a poco. El concierto de las alturas está a punto de acabar.


Ya, prácticamente ha desaparecido. Solo quedan sobre un fondo cada vez más ultravioleta unas manchas rojas difusas, que han sustituido brevemente a los dorados finales.
Hago la última foto.


Le doy gracias a la Madre Naturaleza por haberme hecho gozar de ella durante cuarenta y cinco minutos. Lástima que hayan sido cuarenta y cinco minutos en soledad, Soledad.
Vuelvo sonriendo al bullicio y al asfalto. Quizás mañana haya más. De todas maneras con lo de esta tarde tengo para sonreír y disfrutar con el recuerdo durante bastante tiempo.
--o0o--

Puesta de sol en Villanueva del Pardillo el 28 de junio de 2016.
Sed felices.

Antonio 

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