lunes, 15 de agosto de 2016

El beso de las sillas...

Aquel día me había levantado relativamente temprano.


El sol, soñoliento aun, le costaba desperezarse tras las montañas serranas.


Me acerque al pozo a contemplar como esos primeros rayos comenzaban a iluminar indiscriminadamente a unas u otras plantas con la colaboración de los altos abetos y algún que otro plátano.


Los tonos azulados y rosáceos de las flores de las hortensias animaban a pensar, a recordar momentos ya pasados, que difícilmente podrán volver a suceder.


Un rayo travieso juega con la flor como si quisiera tomarlas entre sus infinitas ondas de luz y encestar en una imaginaria canasta.


Si, la vida es bella a estas horas de la mañana, en cambio comienza a ser monótona a las puertas de una vejez que se acerca lenta, pero más rápida de lo que yo quisiera.


Yo quisiera como ese rayo poder coger mis recuerdos y transformarlos en instantes presentes, volver a vivir aquellos momentos deliciosos junto a las mismas plantas cuando la juventud y la energía florecías a mí alrededor.


Aquí bese y me besaron. Plante un abeto que tenía un destino moribundo y que demostró que cuando hay ilusión se puede tirar adelante. Pero ¿y si no la hay? Entonces el árbol se convierte en leña…


Salí de detrás del abeto y me di cuenta que allí donde yo bese, allí dos sillas estaban realizando lo mismo con los primeros rayos de sol… No lo hubiese pensado nunca; por supuesto me reiré de nuevo junto a las hortensias.


--o0o--
Sed felices.

Antonio 

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