lunes, 13 de marzo de 2017

Contrastes en los prunos... y en mi.


CONTRASTES



Iba andando, tranquilamente y en solitario, por debajo de una hilera de prunos que se ofrecían sin ningún tipo de restricciones a se fotografiados. La calma total del aire lo hacía blanco fácil al enfoque de la maquina. El calor excesivo para estas fechas del año parecía doblegar algo a sus flores, pero aun así la belleza del conjunto era extraordinaria y ya más cerca, casi en la intimidad de la mirada, cada ramita era una exposición de color y armonía.






Andaba tranquilamente; me di cuenta que realmente buscaba el detalle y el contraste, No quería fotografiar flores en general cegadas por una potente luz cenital del mes de marzo a las doce de la mañana, no, quería contrastes. 



Intentaba encontrar las diferencias entre la luz y la sombra, entre el color blanco de las flores y el casi marron rojizo de las hojas y el azul del cielo; quería encontrar también el contraste entre lo que el objetivo enfocaba y aquello que quedaba detrás como un fondo tejido de colores diversos que le daban al objeto fotografiado personalidad, preferencia sobre el resto. En fin, queria encontrar los contrastes internos y compararlos con los del mundo exterior






Pero a la vez, aunque mis ojos buscaban los detalles, mi espíritu gozaba del conjunto, intentando sacar el máximo partido a ese milagro de la naturaleza que son las flores de los frutales adelantándose con su belleza a las hojas que le darán la vida al árbol. Ellas, las flores,  le darán el fruto, la continuidad, la prolongación en el tiempo.
Los abejorros de la madera, violáceos y negros, aprovechaban esas flores para ir libando de una en una e ir transportando los gérmenes de una nueva generación de flor en flor.



Esa era la belleza del entorno, el detalle fantástico de la lucha por la supervivencia en una expresión maravillosa de belleza y yo estaba sumergido en ella y quería seguir estándolo, impregnándome de cada pétalo blanco; había que superar las angustias, había que abrirse a un mundo pleno y dejar los pensamientos agoreros a un lado.



Difícil, muchas veces, esquivar el contraste entre la belleza que te rodea y las angustias que llevas dentro o que otro lleva dentro y tienes que compartir. Pero esos contrastes son parte de la vida que nos toca vivir. Alegrías y penas comparten un mismo espacio y un mismo tiempo. La vida nos exige complementar unas y otras y luchar por cada segundo de permanencia sobre la tierra intentando que sean las alegrías las más poderosas. Pero es cierto que al final la experiencia se basa en esos contrastes de belleza y fealdad, alegría y pena, triunfo y derrota que son a la fin y a la postre el pan nuestro de cada día.



La vida es un puro contraste de momentos distintos, como las flores de los prunos y el medio que les rodea. La vida es lucha constante, paciencia, esperanza, deseo de llegar a donde sea… La vida es un contraste continuo que tenemos que superar, con el que tenemos que luchar y vencer.



Seguí paseando bajo los prunos y mantuve la vista en las flores y en sus distintas coloraciones y contrastes. Allí había vida; allí se luchaba por salir adelante aprovechando cada instante, cada momento de sol y calor para que, como otros años, los frutos naciesen.



Mire por última vez los arboles, las flores, y sentí, dentro de mí, una sensación de paz que no tenía desde hacia tiempo: había contemplado la belleza al tiempo que charlaba o dejaba charlar a un amigo. Y creo que un poco de paz transmitieron aquellas pequeñas flores y sobre todo aquella charla.




Sed felices

Antonio 

2 comentarios:

  1. Gracias, amigo. El reportaje, oculta intencionadamente, un deseo que se agradece. Un abrazo.

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  2. Gracias por tus buenos deseos y me reflejo en todo lo que dices.

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