viernes, 19 de enero de 2018

Reflejos y reflexiones: paseando por Madrid.


Para Silvia López, tertuliana de pro, que  siempre te habla con una sonrisa.


Por las grandes ciudades se puede pasear mirando a las calles, a los escaparates ventanas y balcones, incluso a los vidrios de coches y carrocerías de motos. ¿Y qué encuentras ahí? Os preguntareis.
Se encuentra un mundo tan real como el nuestro, contrario a nosotros, inverso, unas veces nítido y transparente como el nuestro y otras retorcido e intrigante que esconde un no se sabe que.
Un mundo de vida sin vida o, vaya Ud. a saber, con una vida tan transparente y parecida a la nuestra que no somos capaces de separarla de la nuestra, de discernirla y poder enjuiciarla, pues dura lo mismo que dura nuestra mirada ante  cualquiera de los escaparates y vidrios sobre los que observamos.
Como la materia y la anti materia, lo positivo y lo negativo, existe también la imagen y la contra imagen, llamémosle reflejo, que no es otra cosa que la visión del mundo que nos rodea mas allá de nuestro campo de enfoque y de nuestra posibilidad de alcanzarlo. Al contrario que la sombra, que no nos deja ni con la luna, nuestro reflejo nos acompaña desde la primera entrada en el baño, aun somnolientos, hasta el cepillado de dientes, pero a cada instante, es distante, está al otro lado del espejo.
Hoy os he traído unos reflejos cogidos en distintos paseos por Madrid. Unos son imágenes reales, otras también, pero distorsionadas por unos vidrios capaces de convertir la imagen real en una imagen de ensueño, del otro lado de nuestro mundo.
¿Empezamos con unas cortinas? En la calle de Alcalá existen una serie de balcones que se engalanan con cortinas maravillosas nacidas en otro espacio tiempo, al otro lado del nuestro, como las de la foto que veis a continuación. La iglesia de San José esta delante y con su fachada le presta esas cortinas de las que carece. Una forma de entrar en este mundo de acciones distintas. ¿Verdad o mentira? Las cortinas están ahí.

Las cortinas que le presta la iglesia de San José al ventanal.

¿Sois aficionados al fútbol? El estadio Santiago Bernabéu, templo sagrado de los madrilistas, presenta una serie de cristaleras encima de sus taquillas que nos introducen en un mundo de extrañas y deformes acciones. Las formas no son lo que deberían ser, como si una mano invisible estuviese colocando cada uno de los barrotes de la Torre Picasso de una forma totalmente aleatoria. Quizá los ingenieros de más allá difieran de nuestro concepto de líneas ortogonales y quieran mostrarnos que se pueden hacer las cosas de muchas otras maneras.

En el Bernabeu a veces la realidad se distorsiona.

Cerca de Cuzco tengo la sensación que se me está observando. Noto la mirada fría clavada en mis hombros a la vez que distante. Noto perfectamente que alguien sigue mis pasos y me vigila. Y son unos ojos grandes, escondidos que irradian misterio. Los descubro de repente  allí en lo alto. Escondidos detrás del vidrio. Un fantasma que intenta comunicarse y con esa mirada de asombro me observa. ¿Qué si no puede mirar así? Decido que tengo que captar la escena y disparo. Una foto y queda plasmado. En la siguiente ya no están esos ojos…

¿De quien serán esos enormes y extraños ojos?

Cerca de Álvarez de Castro me sorprende una cristalera verde de la que salen las hojas amarillas de lo que parecen unas acacias. ¿Quién está delante y quien detrás? Como en un cuadro naif se entremezcla la realidad con la imaginación. Ramas a este lado y ramas al otro, como si se intentase congeniar dos mundos iguales y distintos y jamás unidos. Y las viviendas de los alrededores se sumen en el mismo juego y bailan a un ritmo que impone el compas de los vidrio templados, moviendo sus fachadas en un alborozado mostrarse a nosotros tal y como son al otro lado del reflejo.

¿Están las ramas dentro del reflejo? ¿Seguro que no?

Como una enorme ola, la fachada de este edificio del centro Azca parece querer avanzar comiéndose y tragándose todo aquello que se pone al alcance de sus vidrios, como un gigantesco tsunami que quiere coger todo lo que a su alrededor existe y engullirlo; absorberlo y comprimirlo dentro de su vorágine de ola reflejante creada por el hombre. Y entre espacio y espacio ya solo quedan unos restos que con la caída de la tarde serán devorados totalmente. En el mundo de los reflejos está claro que también, como en el nuestro, unos se comen a otros.

Como una gigante ola va devorando os reflejos a su paso.

En Madrid se puede ver de todo, pero hay que liberar la mente, hay que dejar que tus ojos acepten como normal lo que a primera vista puede parecer grotesco, absurdo… Pero están ahí, y como a nosotros les gusta realizar las mismas faenas y trabajos pero en sentido inverso, girados ciento ochenta grados con respecto a nuestra forma de ver y de pensar. Y si no que le pregunten al conductor de este autobús en que estaba pensado paraqué su cabeza se volviese perecida  al edificio Plaza. O ¿es que quizá quería el edificio conducir el autobús? Vaya Ud. a saber.

¿Tendrá el conductor un gran dolor de cabeza o el edificio Plaza quiere quitarle el puesto?

Los maniquís están inmersos en la circulación de los reflejos. Los vehículos del mundo invertido pasan justo a su lado sin tocarlos. La Gran Vía de los reflejos solo dura lo que se alarga el escaparate. Luego la circulación desaparece en un santiamén y no sale al otro lado del vidrio como era de esperar. Allí queda solo la realidad de un cartel de este lado que me recuerda que estoy aquí, no allí. En los escaparates se mezclan reflejos, realidades y escenas a veces tan rocambolescas en la que no se sabe nunca donde está la realidad y la ficción.

¿Cuantas veces has pasado por aquí y nos has visto esto?

Desde luego si una cosa tienen las torres KIO es la particularidad, a parte de su inclinación, de crear en sus fachadas una vistosa y extraordinaria forma de ver Madrid. Lo que a simple vista debería ser un entramado perfecto de cuadriculas ordenadas y una intricada mezcolanza de modernos y viejos edificios, se convierten ellas en un muestrario extraño de enredos majestuosos.

A vista de pájaro sin moverme del suelo.

Como no iba a colocar esta foto. El guardián del Paseo de la Castellana. El perro gigante que nos vigila cerca de la plaza de Emilio Castelar, con su casquete y gafas de aviador colocadas. ¿A qué juegan los reflejos para con solo las fachadas de enfrente producir esta imagen? ¿Qué nos quiere decir? En el fondo no son más que balcones y rejas que por el azar han formado una imagen bidimensional en la fachada. Pienso que podría ser incluso un piloto de aquellos aeroplanos triplanos de la Primera Guerra Mundial que quisiera volver a despegar en cualquier momento…

El perro, el piloto, el fantasma de Emilio Castelar nos observa..

¿Quiénes son esos seres sin volumen, planos, que están al otro lado del vidrio? Andan en mi mismo sentido pero invertidos. Me miran, como si se encontrasen inquietos porque mi cámara está intentarlos captarlos. Y no tienen tiempo para salir corriendo. La Victoria alada de la esquina de Gran Vía nos vuelve la espalda y en el autobús, como si quisieran sus vidrios participar también en esta entrada, infinidad de fantasmas se reflejan en el.

Nunca podrás ver en la realidad la imagen en esta posición. 

¿Dónde esta la realidad? ¿La verdad está a este lado del cristal o al otro? ¿Será aquello la antivida o la vida al otro lado del cristal? No lo sé. Pero sé que cuando voy paseando por Madrid me fijo en todas sus posibilidades, reales o irreales, del aquí o del mas allá.
Nada mas por hoy.
¡Sed felices! Lo demás carece de cualquier y relevante importancia.

Antonio 

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